sábado, 9 de noviembre de 2013

MADRE

Debo irme muy lejos para hablar con vos.
Reinventar la historia,
quitarle los hierros,
podar las espinas.
Bailar esa danza de hija solitaria
con el sol de mayo
en mi bosque mágico.
Tengo que buscar el zoom de las horas
para ampliar cristales de ternura efímera;
tengo que dragarte como a un río salvaje
y entre camalotes pescar tu verdad.
Volver a tu risa de candil ardiente,
volver a tu ingenua ilusión pueblerina,
buscar al rescoldo tu vino temprano,

beberlo en sollozos, para renacer.



PARA TU VIENTRE
Hembra de arisca miel,
amazona de estrellas,
en tu pradera se oye el tañir de las mieses.
Desprendete el hollín con desenfado
desperezá las islas de tus pechos
sobre la blanca ola del escote.
Un sueño llama: no lo desatiendas,
brindale un ramillete sin escarchas.
Duende de medianoche,
el muro cede.
La jungla maternal grita el zarpazo.
De pie,
la flor invicta te delata,
manos de quebrachal,
cobijo claro;
tus ojos, dos glorietas cabizbajas
rondan de norte a sur mi torbellino.
Mujer elemental,
sacerdotisa de la raíz que invoco
sumergida en espejos cantarinos
neurótica y febril,
obsesión tibia.
Copiando cada trazo reincide la simiente
y un mismo fuego nos eleva.
Vino otoñal que nutre
mi femenina huella de topacio.
Tu verso al viento se enhebra con mi sangre:
caverna gutural de donde nazco.
©Olga Liliana Reinoso


Mi madre murió el 29 de julio de este año, pesaba 35 kilos. Sus kilos restantes se los llevaron el Parkinson y el Alzheimer. Por eso casi no lloré ese día; ella se había ido hacía ya  mucho tiempo.
Su fuerza, su carácter enérgico, su voz estentórea, su gesticulación histriónica, todo se había llevado el viento cruel del desierto en que se había convertido su mente.
Cuando escribí mi primer poema y se lo leí como si fuera de otro, descubrió mi tímida mentira: supo de inmediato que lo había escrito yo y, desde entonces, hasta que se volatilizó, me alentó para que siguiera escribiendo.

jueves, 7 de noviembre de 2013

FARSANTES



La tira comenzó en forma altamente prometedora y, a medida que avanzaba, la calidad iba “in crescendo”, conjuntamente con el entusiasmo de los espectadores que, muy pronto, fue convirtiéndose en devoción y hasta en fanatismo.
Para muchos –me incluyo- jamás una ficción televisiva se había metido tan dentro del corazón como para alegrar o arruinar el día o los días de nuestras vidas.
La feliz idea de jugarse con un tema que hasta hace muy poco era tabú u objeto de las burlas más siniestras, cayó realmente bien en los miles de receptores de mente abierta y corazón sensible que esperaban con verdadera ansiedad cada capítulo de lunes a jueves.
Como una broma macabra, cuando ya estábamos totalmente cooptados por la magia irrepetible de ese amor genuino, respetuoso, puro e imparable entre Guillermo Y Pedro/Pedro y Guillermo, una andanada de misiles inoportunos, absurdos, de mal gusto, comenzaron a hacer tambalear la estructura de Farsantes, para rematarnos con el balazo a quemarropa de la muerte de Pedro.
No sirven las excusas. Nosotros, como cierta “tía”, ya hemos gastado muchos tacos y sabemos en forma fidedigna de qué manera pueden manipularse los contenidos de una ficción. El hecho de que el adorable Benjamín Vicuña se haya tenido que volver a Chile por compromisos ya pautados no es obstáculo alguno para que un vertiginoso cruce de los Andes les permitiera grabar ese final feliz que reclamamos a gritos.
Lo eliminaron porque quisieron, porque, según palabras de alguno de los responsables, no tienen por qué hacer lo que pide el televidente. Pero yo creo que sí, al menos por dos razones: 1) el rating se lo damos nosotros; 2) la televisión es entretenimiento, no causal de depresión ni incitación al suicidio.
Me parece que la soberbia y el abuso de poder con que han manejado esta cuestión, flaco favor les hace.
Para colmo, quienes leemos entre líneas, vemos asomar claramente la horrible cola del monstruo homofóbico con su inquisidor mensaje subliminal: los amores homosexuales terminan mal y todo homosexual es promiscuo (por eso, en lugar de permitirle hacer un duelo veraz y digno, ya le endilgan a Guillermo un nuevo escarceo amoroso).
Lo cierto es que estamos indignados, frustrados, estafados. Hasta me animo a decir que el título de Farsantes no alude al contenido de la tira.
Aplaudo de pie a los señores actores Julio Chávez y Benjamín Vicuña. Y también al resto del elenco que han sabido sostener la barca en medio del naufragio.
Bajo el pulgar, con bronca y con dolor, a quienes de una –inicialmente- obra de arte, hicieron basura para botar (como dicen en Chile, Vicuñita).
Desconsoladamente.

Olga Liliana Reinoso

General Pico, La Pampa

lunes, 4 de noviembre de 2013

VIVA LA VEJEZ


VIVA LA VEJEZ

Miro este cuerpo de mujer madura.
Vieja: -¿te gusta más?
y no me apura
ningún remordimiento del pasado.
Porque proclamo la Naturaleza,
es decir,
la belleza de la vida
tal cual es.
Divertida.
Soez.
Con-vencimiento.
Sin renunciamiento.
Así, caída y arrugada
biengastada
con la sabiduríaFoto
que la suma de días
le dieron a mi mente.
¡Qué indecente,
la pícara vejez!
No la rechazo:
es una suerte no sentir el zarpazo
de la muerte.
¡Qué viva la vejez!
Peor es nada.