lunes, 27 de febrero de 2012

A Lino, mi ángel de la guarda


A Lino

Yo extraño tu alegría
tu silencio bullicioso
esa especial manera
de hacerme sentir viva.
Como cuando llegaste
en la explosión de otoño
y el duraznero errante
me floreció en el pecho.
Por eso en estas tardes
cuando el mar me salpica
y yo sonrío olas
diciendo que no lloro,
tu presencia añorada
me abraza toda el alma
y en mi corazón laten
pétalos de tu risa.
Sos pura luz, incienso,
sos un milagro diario
que se lleva mis penas
como un ángel, volando.

domingo, 26 de febrero de 2012

DESPOJO Y RECUPERACIÓN



La noche ofrece vasijas de promesas falsas
miente agua bendita que no sacia la sed
y una odalisca aciaga baila con arrogancia
en la torpe llanura de tu cuerpo arrasado.
Mendiga de respuestas, no hay limosna que baste
porque en el diccionario de tu lengua materna
lincharon las palabras, esas, tan necesarias
las que entibiaban siempre los huecos de tu alma.
Sin voz, sin cuerpo, inútil, con las manos sangrantes
emites tu silencio como un burdo reclamo
elevas tu mirada, ruegas, pides clemencia,
pero solo la luna te devuelve un harapo
ese brillo embustero que le succiona al sol.
No hay treguas ni banderas blanqueando el horizonte
solo tu corazón vaga manando sales
madre que nutre, savia, cuenco de amor eterno
tus besos al rescoldo cuecen días y noches
tiempo amorfo que pasa como un viento fantasma
para desolación de tus mínimos poderes.
Buscas –como un sabueso- las causas del derrumbe
sostienes con tu angustia los muros derruidos
como un río furioso va tu sangre a los mares
y encabritada vuelve, oleaje del querer
con tu breve estatura te agigantas de amores
para abrigar al fruto de tu vientre, mujer.
Sola por el desierto, enredada en la selva
devorada por fauces que envidian tu dolor
repudiada, en la hoguera o en una celda oscura
tus múltiples mujeres se yerguen frente al miedo
no se dan por vencidas, no pierden dignidad.
Lloran sin decibeles en la almohada secreta
urden desesperados gestos de salvación
recogen la basura, la incineran, la esfuman
purificando el aire que van a apacentar.
Diosa de la Miseria, amazona galáctica
blandes daga impoluta para arrancar los males
con una sobredosis de versos y cantares
preparas el brebaje de la liberación.
Descansa. Yo acaricio tu frente desquiciada
te regreso hasta el útero de tu confianza atroz
y allí pares palabras como pájaros libres
que gorjean respuestas para firmar la paz.
©Olga Liliana Reinoso

sábado, 25 de febrero de 2012

SALZANO 25/2/2012

Quiénes y cúando
Memorias del subdesarrollo. ¡Ea, intendente, ese logotipo no se toca! Daniel Salzano.
25/02/2012 00:01 , por Daniel Salzano0Reportar abuso...Memoria etológica . Chupar una naranja, pelar una mandarina, escupir las pepas, flupt, flupt, robar uvas, higos, moras, sandías, meternos dos melones debajo del pulóver y hablar con voz de mariquita, sacudiendo las caderas tal como las movían las chicas del subdesarrollo.

Escuchar la radio tumbado sobre la alfombra del living y, cada tanto, probar fortuna cantando un bolero debajo de la ducha: “Quiero tenerte muy cerca / mirarme en tus ojos / verte junto a mí / piensa que tal vez mañana / yo ya estaré lejos / muy lejos de aquíiiiiiiii”.

Las duchas del subdesarrollo: levantábamos la cabeza y no la bajábamos hasta que el agua nos llenaba la boca.

Éstas son las memorias del subdesarrollo. Dios mío, no permitas que las escriba mal.

Memoria pura. La chica del millón de dólares del subdesarrollo era, por lo general, la chica de al lado.

Ya no existen chicas. Ni lados. Y ya que estamos, también han desaparecido las cajas de metal litografiadas en tecnicolor: galletitas Mil Delicias, té Melka, caramelos Tofi. Si yo he comido todas esas galletas y todos esos caramelos, ¿por qué sufro todavía?

El olor a cuero que despedía la talabartería Alonso, la de la calle Humberto Primero.

¿Cómo se llamaba el caballo blanco trucho bello bello que hacía guardia en la puerta del negocio? Se llamaba Tincho. Me lo dijo don Alonso. Yo le dije que Tincho era nombre de perro y él asintió con la cabeza. Después me regaló una docena de tachuelas para cancherear el agujero del balero.

Memoria introspectiva . El olor de la calle Lima, el de la heladería Venezia: vainilla y chocolate, limón y granizado, frutilla y crema americana. La Venezia, como todas las heladerías, nació a partir de un sueño. Todavía conservo los labios morados, no sé si porque tengo enfermo el corazón o porque el helado de frambuesa me los dejó marcados.

La ambrosía soñada por Chammás: dulce de leche, harina, azúcar y huevos de gallina.

Mi viejo, que la iba de Gardel con las ninfas del subdesarrollo, me daba consejos: “Si te gusta una chica, llevale a la madre media docena de alfajores”. Nunca me gustaron las madres de las chicas. Todavía no me gustan. Apenas me ven y se les erizan los pelos del pescuezo. Era inútil que pronunciara las eses. O que me pusiera corbata. Ellas, las madres, ponían a hervir ajos en la cocina para fumigarme. Conocí a una suegra cuya perfidia me hacía llorar. En lugar de llamarme Daniel, me llamaba Ernesto.

–No vuelvan tarde, Ernesto.

Ella es una de las cinco patadas en el culo que pienso pedir como gracia al llegar al paraíso.

El amor del subdesarrollo consistía en introducir una rodilla entre las rodillas de la mujer amada y jadear como un búfalo en un extremo del zaguán. Los rugidos eran tan auténticos y poderosos, que la araña del living oscilaba y el piso retumbaba como el mar.

Las rodillas del subdesarrollo eran dos bochas de bowling pegadas con cemento.

Memoria perceptiva. Voy a mencionar, con los ojos vendados, tres pilares del subdesarrollo: manteca Paz, bizcochos Canale y Gary Cooper, un modelo inalcanzable para los niños del subdesarrollo. Medía 1,90. Y caminaba con la perfección de una bailarina del far-west . Burt Lancaster, no. A Lancaster, en cambio, le pedías prestado el caballo para ir hasta la esquina y te lo prestaba:

–Después lo desensillás y lo llevás al establo.

–Gracias, Burt.

Gary Cooper nos enseñó a caminar con la hidalguía de un caballero y Burt Lancaster a encender un fósforo pellizcando la cabeza entre la uña del pulgar y el pantalón vaquero.

Mierda, ya no uso vaqueros y he dejado de fumar.

Más pilares: las rodilleras Prócer, la escoba de 15, los bifes de marucha, la propalación Saturno, el cine de la calle Bulnes y el vestido rojo de Eva Perón flameando en el andén del último vagón del tren más famoso de Argentina. Yo la vi. Era una mujer color marfil de cejas debiluchas y unos ojos oscuros y brillantes. De los zapatos no puedo decir nada, porque no llegué a verlos a causa del gentío.

El rumor afirmaba que, desde el tren, iba a repartir juguetes: pelotas Pulpo, pistolas Rebo, camioncitos de bomberos, mecanos y camisetas del seleccionado. Si mi viejo se hubiera enterado de que yo me había escapado de casa para ir a tirarle la manga a la Jefa Espiritual de la Nación, me hubiera dado un par de toques con el Tónico Negro.

El Tónico Negro era un cinturón de cuero crudo que se utilizaba en casos muy severos.

Todavía debe andar por ahí. Mi papá, no.

Memoria artificial. La sidra Tunuyán era el único champán que vendía el almacenero de la esquina y, según la más arraigada tradición, se bebía únicamente en Navidad.

Navidad, niños, dadme unos renglones de ventaja para poder hablar de la Navidad. Mejor dicho, del pesebre que fabricábamos atando con alambre dos cajones de manzanas deliciosas: hombrecitos de plástico, grandes copos nevados de algodón Estrella, un burro sin orejas, un buey de ojos azules, un tanque de guerra, dos ovejas, pastores de plastilina, un camión de bomberos y una ambulancia con la cruz roja dibujada sobre el techo.

José era un santo de trapo con sotana, y la Virgen, una muñeca oxigenada a la que embellecíamos de prepo cubriéndole el rostro con una foto de Elizabeth Taylor. Y ahora, atención, observad a los Reyes Magos, que no eran tres sino cuatro: el de espadas, el de oros, el de copas y el de bastos. La ambulancia del subdesarrollo ululaba sin cesar por los alrededores de Belén y cada dos minutos había que darle cuerda. Nos turnábamos. Dale, loco, ahora me toca a mí.

Hace medio siglo que me moría de ganas de decirlo nuevamente: “Dale, loco, ahora me toca a mí”.

Memoria principal. En las bibliotecas del subdesarrollo, había nada más que cuatro libros: Pinocho , Los tres mosqueteros , Azabache y La isla del tesoro , todos y cada uno de ellos maculados con grandes manchas de café con leche. Durante la merienda del subdesarrollo, estaba permitido tomar la leche y leer al mismo tiempo. La isla del tesoro era el único que incluía ilustraciones: piratas desbordados discutiendo las órdenes de Silver agitando unas espantosas cimitarras.

Los diccionarios del subdesarrollo no incluían la palabra “cimitarra”.

El Teatro Comedia ya no existe, pero en los años dorados del subdesarrollo funcionaba como un templo para los hechiceros del show business : Fasman, Electrum, Tu Sam y el profesor Nico, que con los dedos apoyados en las sienes, era capaz de repetir, pero al revés, cualquier palabra que le propusiera el respetable:

–Neurosis.

–Sisoruen.

¡Bravo maestro!

Memoria olfativa. Jazmines del cielo, coronas de novia, alcohol alcanforado y los vahos de spray que escupía Cachita, peluquera patriótica y nacionalista que sujetaba un retrato del Potro en el ángulo derecho del espejo principal. Mi mamá, cuando iba a la peluquería, cerraba los ojos para no verlo. Lo hacía por disciplina partidaria y por amor a mi papá:

–Che, mamá, ¿me podés decir qué se ama cuando se ama?

Las espigas de San Cayetano, los churros de la feria y el rollo de papel higiénico que, convenientemente arrojado desde el pullman del cine Cervantes, trazaba en el espacio una irrefutable paráfrasis de la vida.

Sopa, puré, bife, una manzana y, para terminar, por Elevedós, El León de Francia , la novela. El León era un espadachín de cuidado, un jinete corajudo y un gavilán pollero que seducía a las mujeres a cambio de una rosa.

¿Y por qué le habré puesto León a mi único hijo?

Memoria inmediata. La cabeza cuadrada del “Mono” Gatica oculta por una nube de talco perfumado en la peluquería del Pasaje Muñoz.

Pasaje Muñoz: túnel de 100 metros cavado en las entrañas del cuaternario diaguita.

Primer final: memoria del frac azul de Jorge Arduh, el fantasista del teclado, exhibido vistiendo el maniquí de la tintorería Palermo.

Segundo final: memoria de los dos primeros versos de una canción de McCartney que nadie quiso grabar porque Los Beatles habían desaparecido.

“Tengo miedo de dormir solo / con el diario en la mesa de luz / es terrible como una lámpara / o como un balde de hielo”.
.

QUÉ DIFÍCIL ES HABLAR EL ESPAÑOL

Yo viajé por distintos países,
conocí las más lindas mujeres,
yo probé deliciosa comida,
yo bailé ritmos muy diferentes.

Desde México fui a Patagonia,
y en España unos años viví,
me esforcé por hablar el idioma,
pero yo nunca lo conseguí…

Qué difícil es hablar el español,
porque todo lo que dices tiene otra definición.
Qué difícil entender el español,
si lo aprendes, no te muevas de región!

Qué difícil es hablar el español,
porque todo lo que dices tiene otra definición.
Qué difícil es hablar el español,
Yo ya me doy por vencido “para mi país me voy.”

Yo estudiaba el castellano cuando hacía la secundaria,
de excursión de promoción nos fuimos para las Islas Canarias.
En el viaje comprendí que de español no sabía nada,
y decidí estudiar filología hispana en Salamanca.

Terminada la carrera yo viajé a Ciudad de México,
sentía que necesitaba enriquecer mi léxico.
Muy pronto vi que con el español tenía una tara,
y decidí estudiar otros tres años
en Guadalajara.

Cuatro meses en Bolivia,
un post grado en Costa Rica,
y unos cursos de lectura con un profesor de Cuba.
Tanto estudio y tanto esfuerzo, y al final tu ya lo ves:
ESTE IDIOMA NO SE ENTIENDE
NI AL DERECHO NI AL REVÉS!

Que difícil es hablar el español,
porque todo lo que dices tiene otra definición.
Que difícil es hablar el español,
yo ya me doy por vencido “para mi país me voy.”

En Venezuela compré con mi plata una camisa de pana,
Y mis amigos me decían ‘Ese es mi pana, ese es mi pana!’
Y en Colombia el porro es un ritmo alegre que se canta,
pero todos me miran mal cuando yo digo que me encanta.

Los chilenos dicen cuando hay algo lejos “que esta a la chucha”,
y en Colombia el mal olor de las axilas “es la chucha”,
mientras tanto en Uruguay a ese olor le dicen ‘chivo’,
y el diccionario define al chivo como a una ‘cabra con barbuchas’.

Y cambiando una vocal la palabra queda “chucho”,
y “chucho” es un perrito en Salvador y Guatemala.
Y en Honduras es tacaño, y a Jesús le dicen Chucho,
con tantas definiciones, como se usa esa puta palabra!?

Chucho es frío en Argentina,
Chucho en Chile es una cárcel,
Chucho en México si hay alguien,
con el don de ser muy hábil.

El chucho de Chucho es un chucho ladrando,
y por chucho a Chucho lo echaron al chucho,
el Chucho era frío y lo agarró un chucho
-“Que chucho”- decía,
-“extraño a mi chucho”.

Que difícil es hablar el español,
porque todo lo que dices tiene otra definición.
Que difícil entender el español,
yo ya me doy por vencido “para mi país me voy.”

Comencé por aprender los nombres de los alimentos,
pero fríjol es ‘poroto’ y ‘habichuela’ al mismo tiempo.
Y aunque estaba confundido con lo que comía en la mesa,
de algo yo estaba seguro,
un ‘strawberry‘ es una fresa.

Y que sorpresa cuando en México a mi me dijeron ‘fresa’
por tener ropa de Armani y pedir un buen vino en la mesa.

Con la misma ropa me dijeron ‘cheto’ en Argentina.
-“Cheto es fresa yo pensé”-, y pregunté en el mercado en la esquina:

-“Aquí están buenas las chetas?”-, y la cajera se enojó.
-“Andate a la re (peep) que te remil parió!”

Y -“Fresas, parce”- me dijo un colombiano mientras vió que yo mareado me sentaba en una silla.
-“Hermanito no sea bruto, y apúntese en la mano:
En Buenos Aires a la fresa le dicen frutilla”.

Ya yo me cansé de pasar por idiota
digo lo que a mí me enseñan y nadie entiende ni jota
y si “ni jota” no se entiende pues pregunte en Bogotá.
Yo me rindo, me abro,
me voy pa’ Canadá!

Un ‘pastel’ es un ‘ponqué’, y un ‘ponqué’ es una ‘torta’
y una ‘torta’ el puñetazo que me dio una española en la boca!

Ella se veía muy linda caminando por la playa
Yo quería decirle algún piropo para conquistarla.
Me acerqué y le dije lo primero que se me ocurrió,
Se volteó, me gritó, me escupió y me cacheteó!

-‘Capullo’- yo le dije, porque estaba muy bonita.
y si capullo es un insulto, quien me explica la maldita cancioncita?

(lindo capullo de alelí, si tu supieras mi dolor,
correspondieras a mi amor, y calmaras mi sufri fri fri fri)

Sufrimiento es lo que yo tengo,
y por más que yo me esfuerzo yo a ti nunca te comprendo.
Ya no sé lo que hay que hacer,
para hacerse entender,
y la plata de mis clases no quisieron devolver.

Que difícil es hablar el español,
porque todo lo que dices tiene otra definición.
Que difícil entender el español,
Yo ya me doy por vencido “para mi planeta me voy.”

En España al liquido que suelta la carne la gente le dice ‘jugo’,
Por otro lado en España al jugo de frutas la gente le dice ‘zumo’.
Me dijeron también que el sumo pontífice manda en la religión,
y yo siempre creí que un sumo era en gordo en tanga peleando en Japón.

Conocí a una andaluza, se llamaba Concepción
Su marido le decía “Concha de mi corazón”.

-“Vámonos para Argentina, le dije en una ocasión”.
-“Yo lo siento pero si me dices ‘concha’ creo que allá mejor no voy.”
-“Pero Concha que te pasa, si es un muy lindo país,
hay incluso el que compara Buenos Aires con Paris.”
-“De mi apodo allá se burlan de la forma más mugrienta
y siempre hay cada pervertido que de paso se calienta”.

Y con tantos anglicismos todo es más complicado
si traduces textualmente no tienen significado:

“I will call you back”
te diría cualquier gringo,
“Yo te llamo pa trá”
te dicen en Puelto Lico.

Y ‘ojos’ es ‘ice’, ‘ice’ es ‘hielo’, ‘yellow’ el color de la yema del huevo!
‘Oso’ es ‘bear’, y ‘ver’ es ‘see’,
‘si’ es una nota que en inglés es ‘B’…

Y aparte ‘B’ es una ‘abeja’ y también es ‘ser’,
y ‘Sir’ Michael le decía a mi profe de inglés.

Y el que cuida tu edificio es un ‘guachiman’
y con los chicos de tu barrio sales a ‘hanguear’.
Y la glorieta es un ‘romboy’,
y te vistes con ‘overol’,

Porqué tiene que ser tan difícil saber como diablos hablar español!?!?

No es que no quiera, perdí la paciencia
la ciencia de este idioma no me entra en la consciencia!
yo creía que cargando un diccionario en mi mochila,
y anotando en un diario todas las palabras que durante el día aprendía,

y leyendo, viajando, charlando, estudiando
y haciendo amigos en cada esquina
y probando todo tipo de comida y comprando enciclopedias y antologías,

YO PENSE QUE APRENDERIA
Y QUE CON FE LO LOGRARIA
MIS ESFUERZOS FUERON EN VANO

Yo creía que hablaría el castellano pero YA NO (no no no no)…

Que difícil es hablar el español,
porque todo lo que dices tiene otra definición

“En Chile polla es una apuesta colectiva, en cambio en España es el pene. Alguna gente en México al pene le dice pitillo, y pitillo en España es un cigarrillo y en Venezuela un cilindro de plástico para tomar las bebidas. El mismo cilindro en Bolivia se conoce como pajita, pero pajita en algunos países significa masturbacioncita, y masturbación en México puede decirse chaqueta, que a la vez es una especie de abrigo en Colombia, país en el que a propósito una gorra con visera es una cachucha, y cachucha en Argentina es una vagina, pero allá a la Vagina también le dicen Concha, y Conchudo en Colombia es alguien descarado o alguien fresco, y un fresco en Cuba es un irrespetuoso! YA ESTOY MAMADO!”

-“Pero ‘mamado’ de qué?
Mamado de borracho?
Mamado de chupeteado?
Mamado de harto?

-“This is exhausting…”

Yo ya me doy por vencido,
Para mi país me voy!

miércoles, 22 de febrero de 2012

TARÁNTULA



TARÁNTULA

“Qué hermosa es. Y tan triste. Me gustaría trabajarla con mis manos porque huele a madera virgen que desea ser tallada. Su pelo renegrido es un carbón encendido.”
Así reflexionaba Darío, un joven artesano, luego de que la fortuna quisiera que, por una pequeña abertura, descubriera a Anabella a punto de darse un baño de inmersión.
En O’Lar se reunían todas las mañanas un grupo de amigos a los que les encantaba gastarse bromas pesadas. Esa mañana estaban especialmente jocosos escuchando el relato del hermano de Anabella.
Aquel día, en el baño, la joven había escuchado un sonido raro en la habituación contigua y había girado instintivamente su cuerpo para prestar más atención. El toallón se había caído suavemente al piso dejándola en plena desnudez frente a la mirada azorada de Darío que había creído ser descubierto y trató de huir torpemente chocando en el pasillo con Norberto, el hermano de la mujer que tanto lo había deslumbrado.
Lo que Darío ignoraba era cierta característica de Anabella. Los más cercanos la llamaban, a sus espaldas, la tarántula. Ella sabía tejer sutiles telarañas para atrapar a sus presas e inyectarles el veneno letal. Es cierto que cautivaba, hechizaba a los hombres, los convertía en sus esclavos para que la endiosaran y no pudieran prescindir de sus encantos.
Sin embargo, no era generosa. Era áspera como un cactus, fría como un témpano. Su placer radicaba en la posesión, en el poder que le brindaba la certeza de que con un chasquido podía tenerlos a sus pies. Y tenía plena conciencia de que el hombre que caía en sus redes quedaba aniquilado. Siempre estaría preso de su deseo y jamás podría soltar amarras.
Darío no fue inmune. El recuerdo de aquel cuerpo, aquella mirada nocturna, eran dardos que laceraban su piel y su conciencia.
Obsesionado, la buscaba por toda la ciudad, sabiendo que era el hazmerreir de la barra de O’Lar.
Pero no le importaba. Todo lo justificaba detrás de este espejismo tortuoso.
Y Anabella le ofreció la manzana. Darío era casi un niño, casi virgen, inexperto. Tanta exuberancia, tanta osadía, tanto coraje, lo capturaron definitivamente.
Se fueron a vivir juntos. Era la primera vez que Anabella hacía semejante concesión, por eso él se sintió triunfador.
No sabía que solamente representaba un trozo de carne triturado lentamente por la moledora.
Con el tiempo, comenzó a consumir cocaína, se prostituyó para satisfacer los gustos de la mujer arácnida, cayó en la depresión más abismal, intentó suicidarse.
Mientras tanto, Anabella, estaba cada vez más opulenta, más radiante.
Una noche Darío despertó de repente y pudo el verdadero rostro de su torturadora. La idea comenzó a bullir en su cabeza. Primero con miedo, después con desesperación.
Al final, resolvió ejecutarla. Ató las muñecas de Anabella al respaldo de la cama, como uno más de los juegos sádicos que les eran tan habituales. La amordazó para no oír sus gritos, vació el bidón de kerosene y lanzó el fósforo como una jabalina.
Se quedó observando como ardía.
Después, se dirigió a la comisaría y se entregó.
Nunca se había sentido tan libre.
©Olga Liliana Reinoso

sábado, 18 de febrero de 2012

LARRAÍN

Me enamoré de Larraín,
de un muerto
cuando supe que había muerto
pero porque ese día
también conocí su vida
de vigía trashumante
con el rectángulo en la mano
sorprendiendo la escondida
la impudicia, la miseria
niño vertical
en Valparaíso o en París
que nos respira en los ojos
a través de sus fotografías.
Niño bien que se ocupó de tanto niño mal
y supo de la fama con Blow up,
con Cortázar
de la mano de Magnum.
Se disparó en silencio hacia la soledad.
Y ayer murió. Tal vez la otra semana
sin fotos y sin fama
meditando
orándole al presente
que es la meta.
Niño chileno que huiste del mandato
pequeño Che con el rectángulo en la mano
no pasarás al marketing
ni a la gloria
por morirte de viejo y en silencio.
Pero yo sí
te amaré de aquí en más.

OFUSCACIÓN

La ofuscación me ciega
acabo de romper la copa de cristal
donde bebí el amor
más íntegro, más puro.
Me castigaron los dioses
me lapidaron
me llevaron al borde la ciénaga
y en el fango te hundí
con todo el odio.

SALZANO 18/2/12

Quiénes y cuándo
El circo de los hermanos Filippi. Imperial Hotel Tramontano. Mujeres de 90x30x90. Eran muy amigos. Una silla por ministro. Daniel Salzano.
18/02/2012 00:01 , por Daniel Salzano



Hubo un cómplice muy especial en la vida del niño Federico Fellini y ese cómplice era Ricardo, su hermano. Era menos talentoso, pero –según Angela, la hermana– notablemente bondadoso.
¿Qué pasa? ¿Acaso es que Federico no era bueno? Al menos, tal como lo recordaría Angela, no. Federico, el bambino , era un chico que en el colegio tenía dificultades para multiplicar y dividir, un alumno que nunca pudo aprender a resolver la raíz cuadrada y que lo único que sabía hacer con cierta facilidad era dibujar.
Hay muchas fotos suyas de la época. Federico es ese chico con ojos de bicho que siempre está ubicado en un extremo de la fila, a punto de escaparse. Ricardo, en cambio, era de los que nunca abandonaban el centro del universo.
En cierta ocasión, los dos se fajaron después de una trabajada partida de billar. Federico quedó tumbado sobre el paño verde y Ricardo, en lugar de abollarle la nariz, se la sopló. Pfffttt. Se trataba de un guiño que habían establecido tiempo atrás, cuando pactaron las reglas del juego de la vida. Ricardo lo soltó y lo quiso abrazar en son de paz, pero Federico no se dejó. Tardaría más de un año en hacerlo.
Ricardo fue el único integrante de la barra brava de Rimini (el pago chico) que, tras una noche de aburrimiento, se negó a colaborar en el robo del reloj del Ayuntamiento. Federico, en cambio, pasó un día encerrado en el calabozo. Ricardo, por su parte, pasó el día dando vueltas alrededor de la comisaría. O, lo que es lo mismo, alrededor de su hermano.
Con los bichitos de luz, pasan cosas parecidas. Si se alejan demasiado del calor, el frío los congela. En cambio, si se acercan, pfffttt, se carbonizan.
El circo de los hermanos Filippi. De todas las historias vividas por Fellini, la más querida por él y por todos los demás era la de la cebra. Convendría aclarar que siempre la contó de manera diferente.
Una vez pasó por Rimini el circo de los hermanos Filippi, y Federico, un mocoso todavía, se mandó a mudar siguiendo la caravana. Nadie le preguntó quién era ni de dónde venía sino que, con toda naturalidad, lo pusieron a baldear. Él, hechizado, aceptaba todo lo que le sugerían los demás. En especial lo que le sugería el payaso Pepino, que le dio de comer macarrones de su propio plato y le dio de beber de su propio vino.
A las 7, antes de la primera función, la cebra del circo se enfermó y Pepino, el sabio, dijo que era porque estaba empachaba con chocolate. A Federico, le encargaron traer un tacho cargado con agua jabonosa. El payaso tenía razón. La cebra estaba empachada con chocolate.
Si la escena hubiera sido filmada en ese momento, se hubiese visto llegar a un policía preguntando por el paradero de un niño extraviado. El niño era él, claro. El policía lo devolvió a casa subido al caño de su bicicleta. Antes de despedirse, Pepino le estrechó la mano. Pepino llevaba puestos unos fabulosos guantes amarillos.
Ya en su casa, primero lo fajaron, después lo desnudaron y lo bañaron y por fin tuvo que contar todo lo que le había sucedido. Era un mentiroso precoz. Las cebras, explicó, no son iguales que los caballos porque son africanas. Por eso les gusta tanto el chocolate.
Imperial Hotel Tramontano. Tenía 18 años Fellini, il giovanetto , cuando desertó de la barra de la esquina y, despedido por Ricardo al pie del andén, abandonó Rimini a bordo de un tren que lo depositó en la alcancía de Roma como si fuera una lira de juguete.
Ahí comenzó exactamente la segunda edad de Fefé, un cabecita negra que llevaba el dinero envuelto en un pañuelo y el pañuelo oculto debajo del sombrero.
Llegó un momento de su aprendizaje en el que se sentía tan solo que decidió separar el colchón del elástico y dormir sobre el piso. Eso le evitaría, dedujo, caer más bajo de lo que había caído.
Por esos días, probó fortuna como caricaturista imitando el look , los trazos, el funghi y el foulard de Amedeo Modigliani. En la calle, cada vez que se cruzaba con un policía, se cubría el rostro con las solapas.
Y es que Federico, el artista, había zafado de prepo de sus obligaciones con la patria y daba por descontado que para el fascismo hubiera sido más útil con un lanzallamas que chupando el cabo de un lápiz Faber.
Durante dos años, se transformó en Federico el tuberculoso y se ganó el puchero escribiendo historias para los artistas de variedades. Cuando dirigió por primera vez, el nombre de la película se puso solo: Luces de varieté . Angela, entretanto, le enviaba botes de duraznos en almíbar.
Él, alojado en el Imperial Hotel Tramontano (vía Veneto 1), le envió a su vez una foto gatillada ante la Fontana de Trevi con el sombrero caído sobre la frente y el sobretodo echado sobre los hombros.
No bien lo recibió, Angela intentó deslumbrada, silbar admirativamente ante la imagen de la foto. Pfffttt. Pero no le salió. En Rimini, las mujeres estaban para comulgar los domingos y fiestas de guardar. Para silbar, estaban los muchachos.
Mujeres de 90x30x90. Por las librerías de la calle Deán Funes, circula ahora mismo una biografía de Fellini escrita por John Baxter. La infancia le insume dos capítulos, la vejez otros dos y el sexo los nueve restantes. Baxter dice, sin decir, que Federico el sexópata tenía serios problemas de bragueta.
Fellini se casó con una campeona del teatro de variedades, Giulietta Masina, que le dio un hijo varón que al final no fue hijo ni varón, porque vivió menos de 24 horas.
A partir de ese momento, ella dejó de ser su esposa para convertirse en su madre. Baxter se pregunta si el berretín del director por vivir en los ‘60 y los ‘70 como un faraón –rodeado por el tout Paris de la noche romana– no habrá encubierto a un Fellini maricoide y ambidiestro.
Del bulo, por lo menos una cosa es cierta: il braguetone vivió buena parte de su existencia con el corazón marchito. Es sabido que cada tanto llamaba a Marcello Mastroianni para exigirle que le detallara minuciosamente sus conquistas amorosas. Marcelo se enrollaba y fabulaba historias en las que entraban y salían mujeres de 90 por 30 por 90. Federico lo escuchaba con los labios apretados y entonces se le enderezaba el calzoncillo.
Eran muy amigos. Una vez, en Nápoles, el maestro puso un aviso en el que solicitaba extras para su nueva película Ensayo de orquesta . Toc toc. Adelante. Entró un tipo que lo único que sabía hacer era soplar y mantener una pelotita de ping pong suspendida en el aire cerca de los labios. Pfffttt. Pfffttt. Fellini lo contrató en el acto. Se puede imaginar la causa.
Fellini, convertido en hombre hecho y derecho, gastaba un imponente esqueleto de caballo de lona, sus manos eran de un bebé campesino y, aunque decía que usaba sombrero por amor al western , la verdad es que lo hacía para ocultar su cráneo temprana e inmisericordiosamente despoblado. De ser el joven de melena más largamente alabada del Adriático, se había convertido en un genio cabezón cuyo pelo había huido en busca de otros mares de locura.
Y ahora, atención, que viene la leyenda. Una vez en su casa romana de la vía Ada, Fellini, il testone , recibió a través del correo de Bell Ville (Córdoba) un frasco de vidrio que contenía un líquido contra la caída del cabello. Se lo había enviado un admirador. Pocos días más tarde, el maestro lo llamó desde Italia para agradecerle. En serio. El hombre que me contó la historia recordaba que en ese momento diluviaba sobre Bell Ville y que hablaron muy poquito a causa de las interferencias. ¿ Pronto ? ¿ Pronto ? ¿ Capello ? ¿ Capigliatura ? ¿ Pronto ? ¿ Capice ? ¿ Capice ? Y se cortó.
Entre Bell Ville y Roma, como una soga de colgar la ropa, quedó tendido un único sonido. Pfffttt.
Una silla por ministro. Ya de viejo se volvió demasiado pendenciero y lo que ganaba haciendo películas lo perdía en Tribunales. Ganaba el Oscar cada vez que se le daba la gana y mantuvo un vibrante combate con la tele: el maestro no soportaba las interrupciones comerciales.
Antes de exhibir sus películas con cortes, prefería conservarlas en el depósito.
Tenía 73 años y parecía que estaba más allá de las obligaciones de la muerte. Seis años antes de morir ya se había quedado sin lugares adonde ir, porque su fama lo precedía a todas partes: en Italia ya no quedaban productores y él, visto de espaldas, se parecía a Kid Fellini, ex campeón mundial de los pesados.
Tres años antes de morir, dirigió La voz de la luna , una película de tristeza tan profunda que terminabas de verla, salías a la calle y comenzaba a llover. Fellini ya estaba jugado, opinaba que los lunes eran más odiosos que los domingos y los domingos más odiosos que los sábados. Cualquier viejo lo sabe.
Veinte días antes de morir lo internaron en un hospital romano. El médico que firmaba los partes se llamaba Carmelo Manni y era un experto telegrafista: el maestro ha dormido la siesta. El maestro está de buen humor. El maestro ha muerto. 31/10/93.
Tendrían que haberlo velado como al Niño Dios, acostado al lado de una cebra. Pero, con torpeza, decidieron despedirlo al mejor estilo felliniano: lo envolvieron en la bandera tricolor, instalaron una silla para cada ministro y el presidente de la república ordenó una salva de 21 cañonazos.
La voz de la luna , aprendimos entonces, no incluía vocales; sólo consonantes. Pfffttt.

viernes, 17 de febrero de 2012

LARRAÍN




CONTRATAPA
El rectángulo en la mano






Por Juan Forn
Sergio Larraín camina por las callecitas de la Ile-Saint-Louis en París, saca algunas fotos al voleo, vuelve a su taller a revelar, algo le llama la atención en una de esas imágenes circunstanciales: al ampliarla descubre al fondo, en segundo plano, una pareja cogiendo contra una pared. Cae de visita su amigo Julio Cortázar, Larraín le cuenta lo sucedido, Cortázar vuelve a su casa y escribe “Las babas del diablo”. Michelangelo Antonioni lee el cuento y decide convertirlo en Blow-up. En la película, no es un acto sexual furtivo lo que pesca el fotógrafo, sino un crimen, y no es en las callecitas de París, sino en el corazón del Londres psicodélico. La película es un exitazo. En las redacciones periodísticas europeas se codean cuando ven entrar a Larraín: “Ese es el chileno de la Magnum, el fotógrafo de Blow-up”. Los fotógrafos de la agencia Magnum (la legendaria cooperativa fundada por Robert Capa y Henri Cartier-Bresson) no eran coquetos fotógrafos de moda, como el de la película de Antonioni. Eran los que mostraban al mundo lo que era imprescindible ver: las guerras, la miseria, la otra cara de la noticia. Pero eran épocas de leyendas, y la historia de Larraín daba de sobra para la leyenda. Unos meses antes del estreno de la película de Antonioni, Magnum había mandado al chileno a hacer un reportaje sobre la mafia siciliana. Larraín volvió con una foto de Giuseppe Russo, il capo di tutti capi, durmiendo la siesta al fresco, que apareció en todas las revistas del mundo. Como en todas sus fotos, uno sentía que estaba ahí, al lado del fotografiado, sintiéndole la respiración. Eso tuvieron siempre las fotos de Larraín.
Nacido niño bien en Santiago, había desoído el mandato familiar (su padre era el arquitecto estrella de Chile), abandonó una carrera universitaria en Estados Unidos y se volvió a su tierra a sacar fotos, a principios de los años ’50. Una serie suya sobre los chicos de la calle que vivían en las alcantarillas del río Mapocho, en pleno centro de Santiago, llegó a manos del gran Edward Steichen cuando dirigía el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Steichen compró dos de su bolsillo, las donó al museo y le escribió a Larraín que por favor siguiera sacando fotos. Con ese cheque de Steichen, Larraín partió a Valparaíso, se pasó un año vagando por sus calles y el puerto e hizo un libro maravilloso, chiquitito, en el que casi todas las fotos son verticales, y cualquiera que haya subido al funicular de Valparaíso entenderá que no hay otra manera de ver esa ciudad: todo es vertical ahí, todo sube o baja por esas calles que caen al mar. Una imagen legendaria de esa serie es conocida en el mundo de la fotografía como “la foto mágica”: una nena sube por unas escaleras al sol, otra nena va bajando en segundo plano por las mismas escaleras, una viene hacia la cámara, la otra se aleja, nos da la espalda escaleras abajo, son asombrosamente iguales las dos, el mismo pelo, el mismo vestido, la misma actitud corporal, sólo que una parece la otra tres años después, como si por bajar escalones pasaran los años.
El British Council de Chile lo mandó becado con unos pesos a Inglaterra. Larraín se sumergió en el Londres blanco y negro de posguerra y salió con otro librito igual de austeramente impreso, pagado con los francos que le dio Cartier-Bresson por una de esas fotos (que tuvo colgada en una pared de su estudio hasta que murió). La foto es vertical, una toma de las escaleras mecánicas del metro de Londres vistas desde abajo: gente que se acerca por un carril, gente que se aleja hacia arriba por el otro, un oficinista en primer plano, borroso, como si estuviera por chocar contra nuestro hombro. Además de comprarle esa foto, Cartier-Bresson invitó al chileno a formar parte de Magnum. Ese es el Larraín que Cortázar conoce callejeando por París en los ’60. Hay dos partes bien nítidas de los ’60 y Larraín corresponde sin discusión a la primera, por afinidad digamos espiritual. En todas sus biografías dicen que a fines de los ’60 se volvió de Europa, asqueado del naciente star-system que empieza a haber en el fotoperiodismo. Yo creo que es fácil ponerle fecha de inicio a ese asco: cuando se estrenó Blow-up en 1966, aunque hay quienes dicen que fue un año más tarde, cuando volvió de Persia, de sacar fotos de la coronación de Farah Diba como emperatriz, y la Magnum no consiguió interesar a nadie en esas imágenes que mostraban la otra cara de la coronación en las calles de Teherán.
Lo cierto es que Larraín se volvió a Chile, sus envíos a la agencia se hicieron más espaciados y el interés de la agencia por él decayó igualmente. Una sola cosa le interesó de esa segunda mitad de los ’60: el misticismo y sus variantes. En esos años hace contacto con Jodorowsky y Claudio Naranjo, toma LSD, viaja por el desierto, empieza a meditar, conoce en Arica a un sincretista boliviano llamado Oscar Ichazo, que combina Gurdjieff, Jüng y Esalen en su ashram del norte de Chile. Desde allá rompe famosamente con Magnum. Cuando Cartier-Bresson le pide por carta que recapacite, Larraín le dice que ha dado su obra fotográfica por terminada, que se retira del mundo. Es el año ’71. Nunca más volvió de ese retiro. Pasó el gobierno de Allende y el golpe y la larga noche pinochetista y Larraín siguió viviendo en una casa junto a un río en las montañas del norte de Chile. Cada tanto alguien se acordaba de él y le ofrecía por carta hacerle una nota, organizarle una retrospectiva, recordarle al mundo que existía un fotógrafo llamado Larraín. El contestaba que había quemado todos sus negativos. El gran Josef Koudelka, que lo veneraba, se tomó el trabajo de rastrear en los archivos de Magnum y entre los fotógrafos europeos todo el material que pudo encontrar de él y, sin avisarle nada, le organizó una muestra hoy célebre. Larraín siguió rechazando notas y viajes y exposiciones, y la semana pasada, a los 81 años, se murió.
Se supo tarde, porque se lo creía muerto de mucho antes. Dicen que, además de dar clases de yoga, meditar y cuidar el río y las montañas, había seguido sacando fotos, pero abstractas, que revelaba él mismo en el cuarto de al lado del lugar donde meditaba todos los días, en su casa a la orilla de un río en las montañas del norte de Chile. En ese cuarto lo velaron sus compañeros de meditación, repitiendo un mantra: “El presente no es el camino. El presente es la meta”. En el entierro, en el cementerio del pueblo, no se podía sacar fotos, por expreso pedido de él. Una vez que un sobrino suyo le pidió consejos, Larraín le mandó una carta extraordinaria sobre lo que significaba la fotografía para él, que aparecerá en Radar el domingo, en la que decía: “Cuando paseo la mirada por ahí afuera, con el rectángulo en la mano (así llamaba a la cámara: el rectángulo en la mano), es en el interior de mí mismo que busco”. Así fue como se supo por fin de quién era la respiración que creíamos oír en sus fotos: era, bendito sea, la de él.

miércoles, 15 de febrero de 2012

TANKAS







1)
Muchos duraznos
les roban caramelos
a nuestra luna.
Se ponen bien rechonchos
maduran en tu boca.
2)
Jazmín del aire
que perfumas mi senda
doncella virgen
sensual flor de la noche
tu capa escribe versos.
3)
Música suave
caricia que deleita
la bossa nova
del paisaje carioca
en medio de la pampa.
4)
Brazos pequeños
pancarta del abrazo
miran al cielo
mi corazón de madre
cae en la dulce trampa.
5)
Amo la lluvia
que moja tu costado
puedo beberla
emborracharme de agua
azul como tus ojos.
6)
Atardeceres
mi padre me acompaña
pocas palabras
amores infinitos
que abrigan y acarician.
7)
No tengo frío
tengo tu abrazo inmenso
ríe la noche
enciende los poemas
en el hogar del cuarto.
8)
A veces, sola
me atrapa tu recuerdo
aún no creo
tu muerte no es en serio.
Es una jugarreta.
9)
Mi gran ciudad
tiene perfume a tango
este bandoneón
es una especie rara
de pétalos sonoros.
10)
Me lo propuse:
escribir los diez tankas.
Gran osadía
imitar orientales
siendo una occidental.

SALZANO 11/02/2012

Quiénes y cuándo
Un billete de dos pesos, cinco monedas de uno y un temprano temor por la derrota. Inesperada proposición para el Caraffa. “Con el tumbao que tienen los guapos al caminar”. La última nota. Daniel Salzano.
11/02/2012 00:01 , por Daniel Salzano




Un billete de dos pesos, cinco monedas de uno y un temprano temor por la derrota

Algunos niños de esta ciudad / descienden directamente de ese cuento de Kipling / en el que todos los animalitos –para escapar de las cabras– huyen a lo alto de la montaña. / Y a su vez las cabras / escapan de los tigres / como si en Córdoba sólo pudieran vivir / aquellos / de los que nadie quiere escapar.

Algunos niños de esta ciudad / apoyan el filo de la cadera contra la puerta trasera de los taxis / presionan la cerradura con la yema del dedo gordo / y depositan a los clientes / en el cordón de la vereda / si Superman les perforara el bolsillo con su visión de rayos X / vería un billete de dos pesos / cinco monedas de uno / y un temprano temor por la derrota.

Algunos niños de esta ciudad / permanecen su­jetos al mundo / nada más que por el asta de la pelvis.

Algunos niños de esta ciudad / son elementalmente desgraciados / basta verlos caminar / perdidos / entrando y saliendo de los profundos hoyos de la Luna.

Algunos niños de esta ciudad / se comportan como si alguien les hubiera quitado la foto del padre / la madre / los amigos / y las hubiera arrojado al horno de la panadería Independencia.

Pudiendo elegir entre dos o tres marcas diferentes / algunos niños de esta ciudad / prefieren las cajas de cartón de los Marlboro / porque son impermeables y acolchadas / las cajas de cartón de los Marlboro son buenas para cubrirse en los zaguanes / pero no sirven para fabricar avioncitos / porque se estrellan contra el suelo.

Algunos niños de esta ciudad / permanecen en lo alto de la montaña / junto a los demás animalitos / huyendo de las cabras / los tigres / y la perrera.

Algunos niños de esta ciudad / se darían por satisfechos / con sólo dar una vuelta / subidos al estribo de los recolectores de basura / con el cuerpito / henchido por el viento.

La última línea de esta crónica / es la misma de todos los años: / algunos niños de esta ciudad / se acuestan niños al anochecer / se levantan hombres al amanecer y nunca más volvemos a verlos.

Inesperada proposición para el Caraffa

La historia que sigue es de las buenas: rechiflado por la extraordinaria belleza de la actriz Dolores del Río, el joven Orson Welles, su ocasional compañero sentimental, le robó la ropa interior, la guardó apresuradamente en una valija y la llevó al Museo de Arte Moderno de Nueva York, para proponer su pública exposición. No le llevaron el apunte. Y Welles se quedó en la vereda del museo, con una valija llena de gasas, corpiños y calzones deliciosos.

Y ahora, hablemos de Lolita Dolores Martínez Asúnsolo y López Negrete, Dolores del Río, que cumplió años tantas veces y en fechas tan diversas que hoy, a un siglo oficial de su nacimiento, en lugar de 100 años podría estar cumpliendo 110. O 120.

Lola Dolores tenía 17 años cuando desembarcó en la fábrica de sueños, sólo que en lugar de ponerse en la cola de aspirantes, alquiló una de las mansiones más bananas de Malibú, organizó un par de milongas con orquesta y se presentó en sociedad como la última descendiente de los príncipes aztecas. Para entendernos: estamos hablando de un tiempo en el que la reina del biógrafo, Gloria Swanson, se paseaba en un coche convertible llevando una pantera en el asiento de adelante.

A partir de ese momento, la actriz se convirtió en número puesto para cualquier forma de exotismo. ¿Para tu próxima película necesitabas una diosa de la lluvia, una sacerdotisa del ancho mar de los Sargazos, una reina egipcia ducha en magia y ungüentos de amor? Tomá, acá tenés el teléfono de Dolores del Río.

Lo dice la enciclopedia: 47 kilos de elegancia, tres gotas de Chanel, dos gatitos grises en el camarín, un temprano club de fans y un ama de llaves que la seguía a todas partes para masajearle los tobillos y estirarle el cabello negro amurado al contorno de su exquisita calavera. Con los años llegaría a saberse que aquel zombi obediente, discreto y servicial que, además de masajearle los tobillos le leía las cartas al oído, era
su madre.

Manuel Puig, el autor de Boquitas pintadas, la tenía en tan alta consideración que si en su presencia hablabas mal de ella, te retiraba el saludo. Pero Puig ya se ha muerto. Y no hay quien hable ni bien ni mal de las chicas de 100 años.

Si Dolores del Río robara mis cal­zoncillos y acudiera al Museo Caraffa para proponer su exposición, no sé lo que haría.

Probablemente diría lo mismo que dije al comienzo de esta nota: La historia que sigue es de las buenas.

“Con el tumbao que tienen los guapos al caminar”

La primera vez que Gabriel García Márquez escuchó la canción Pedro Navaja, creyó que la había escrito William Faulkner: “Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar / con el tumbao que tienen los guapos al caminar”.

Pero no. A Pedro Navaja no la había escrito Faulkner sino un abogado panameño con cráneo de científico, bigote tropical y pancita de melón, llamado Rubén Blades.

A Blades, nunca le faltaron los elogios. No sólo García Márquez lo comparó con Faulkner sino que los próceres totalizadores de la cosa –Tito Puente, Willy Colón, Ray Barreto– le otorgaban el tratamiento de maestro. Y eso que el maestro apenas si llegaba a la treintena.

La verdad es que escribir sobre Blades es tan sencillo como poner su biografía boca abajo y dejar que naturalmente caigan sus historias.
¿Qué tal, para empezar, la de su propio origen, nacido hace 63 años de padre detective y madre cubana & cantante de boleros? ¿O la de haberse doctorado en Harvard para de inmediato colgar el diploma sobre el piano y nunca más levantar la cabeza para verlo?

A Navaja la escribió de a pedacitos en la isla de Manhattan mientras, inundado por una extraña mezcla de furia y dulzura, iba al trabajo en subterráneo. Lo ha contado muchas veces. Por aquellos días, no quería escribir canciones sino crónicas musicales.

Así, con Pedro Navaja, nacieron Juan Pachanga, Padre Antonio y Pablo Pueblo. Los críticos, de sobrepique, las englobaron a lo bestia en el interior de una corriente novedosa, el “focila”, abreviatura de folklore y ciudad latina.

Pero Blades nunca pisó el palito de las etiquetas. La suya, simplificaba, era pura salsita bolivariana.

Desde entonces, y con absoluta naturalidad, los panameños comenzaron a votarlo para presidente. ¿No es otra flor de historia acaso la del hijo del detective reclamando justicia social desde la tribuna y prometiendo, por elevación, una hora más de conga de lunes a domingo?

Lo cierto es que quien ganó los comicios, Martín Torrijos, lo llamó a su despacho y lo nombró ministro de Turismo, cargo que desempeñó durante cinco años (2004 a 2009).

“Pedro Navaja / las manos siempre dentro ‘el gabán / mira y sonríe y el diente de oro vuelve a brillar”. Visite Panamá.

La última nota

Si esta fuera la última nota / la final / la escribiría lo más larga que pudiese / ocuparía la página de los taxistas / los colectiveros / el Suoem / la página de Mafalda / y saldría a la calle con la fuerza de un Scania Vabis / ahí viene la última nota de Salzano / buáááááámmmmmmmm.

Si esta fuera la última nota / la haría brillar como una cucharita / aullaría como un perro / una nota curtida como un poste de la luz / una nota tan vieja como los sueños / un mensaje para los vivos / otro mensaje para los muertos / mi última nota será suave como el cachete de un bebé / una nota de luna llena / una nota –como mi mamá– con la cabeza envuelta en un pañuelo / que su corazón lata rápido / una nota sobrada de óvulos y espermatozoides / fecunda / ¿quieren un dulce clamor? / ahí lo tienen / ¿se acuerdan cuando murió Mestre / el padre de Mestre / y la gente salió a la calle para despedirlo? / bueno / me gustaría que a mi última nota la saludaran como a él.

Quienes no olvidan a los muertos / no necesitan que se los recuerden.

Si esta nota fuera la final / la del abismo / antes de entregarla me detendría a rezar delante del finado cine Novedades / iría al Observatorio para darle una última ojeada a Saturno / volvería a Grimoldi para preguntar si recibieron los zapatos de gamuza azul / abriría la boca frente al sol poniente para tener una dentadura de oro / y a la noche pasearía hasta el Coniferal / donde está la estatua de José Gervasio Artigas / vengo a despedirme / cuídeme la luna, general.

A la última nota / la llevaría sujeta entre los dientes / como a un cachorro / y antes de entregarla le pasaría la lengua por el lomo / por las orejas / y le rascaría el morro / como a ellas le gustan / con la yema del meñique.
Si esta fuera la última nota / emplearía palabras de 800 gramos para arriba / por ejemplo: narizgargantayoídos / pondría pocos puntos / pocas comas / algunas letras rojas / el polen de la literatura es más viejo que el de las flores / la última nota que escriba medirá 50 de alto por 30 por 26 centímetros / lo mismo que el corazón de los osos.

Si esta fuera la última nota / la dejaría para después / para más adelante / faltando dos líneas para terminarla me detendría / no la escribiría / ahí viene la última nota de Salzano / dirían / tranquilos / no es nada más que el rugido de un camión Scania Vabis.

lunes, 13 de febrero de 2012

FERIADO



Hoy voy a decretar feriado
borraré esta fecha del calendario.

Me encerraré bajo las sábanas
para que el sol no me haga confidencias.

Quiero que siga la noche
sin luciérnagas ni estrellas.

Mi destino está oscuro
y no admite buenas luces.

Hoy mi día es un sarcófago.

Quieta, muda, sorda y ciega
no quiero sospechar vida.

Estoy muerta por veinticuatro horas.

domingo, 12 de febrero de 2012

MA-RA-VI-LLO-SO

DECÁLOGO DEL ESCRITOR/Del escritor húngaro VIZINCZEY
.de Juan Carlos Vecchi, el Domingo, 12 de febrero de 2012 a la(s) 14:23 ·.Presenta su particular decálogo, el escritor Vizinczey:



"Escribí esto en respuesta a un ruego de Raymond Lamont–Brown, director de Writer’s Monthly, que me pidió algo "lleno de consejos sensatos y prácticos para quienes son en muchos casos novatos en la ocupación de escribir".



1. No beberás, ni fumarás, ni te drogarás. Para ser escritor necesitas todo el cerebro que tienes.



2. No tendrás costumbres caras. Un escritor nace del talento y del tiempo... Tiempo para observar, estudiar, pensar. Por consiguiente, no puede permitirse el lujo de desperdiciar una sola hora ganando dinero para cosas no esenciales. A menos que tenga la suerte de haber nacido rico, es mejor que se prepare para vivir sin demasiados bienes terrenales.

Es cierto que Balzac obtenía una inspiración especial de la compra de objetos y la acumulación de enormes deudas, pero la mayoría de las personas con hábitos caros son propensas a fracasar como escritores.

A la edad de 24 años, tras la derrota de la revolución húngara, me encontré en Canadá con unas 50 palabras de inglés. Cuando me dí cuenta de que era un escritor sin una lengua, subí en ascensor al último piso de un alto edificio de Dorchester Street, en Montreal, con la intención de arrojarme al vacío. Al mirar hacia abajo desde la azotea, con terror ante la idea de morirme, pero todavía más de romperme la columna vertebral y pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas, decidí tratar de convertirme en un escritor inglés. Al final, aprender a escribir en otra lengua fue menos difícil que escribir algo bueno, y viví durante seis años al borde de la miseria antes de estar listo para escribir "En brazos de la mujer madura". No podría haberlo hecho si me hubiesen interesado los trajes o los coches... En realidad, si no hubiera visto otra alternativa que la azotea de aquel rascacielos.

Algunos escritores inmigrantes que conocía trabajaban como camareros o vendedores para ahorrar dinero y crearse una base financiera antes de intentar ganarse la vida escribiendo; uno de ellos posee ahora toda una cadena de restaurantes y es más rico de lo que yo podría llegar a ser, pero ni él ni los otros volvieron a escribir. Es preciso decidir qué es más importante para uno: vivir bien o escribir bien. No hay que atormentarse con ambiciones contradictorias.



3. Soñarás y escribirás y soñarás y volverás a escribir. No dejes a nadie decirte que estás perdiendo el tiempo cuando tienes la mirada perdida en el vacío. No existe otra forma de concebir un mundo imaginario. Nunca me siento ante una página en blanco para inventar algo. Sueño despierto con mis personajes, sus vidas y sus luchas, y cuando una escena se ha desarrollado en mi imaginación y creo saber qué han sentido, dicho y hecho mis personajes, tomo pluma y papel e intento relatar lo que he presenciado.

Una vez que he escrito mi relato, a mano y a máquina, lo leo y encuentro que la mayor parte de lo escrito es a) confuso o b) inexacto, o c) tedioso, o d) sencillamente no puede ser verídico. Así, utilizo el borrador mecanografiado como una especie de informe crítico de lo que he imaginado y vuelvo a soñar mejor toda la escena.

Fue este modo de trabajar lo que me hizo comprender, cuando aprendía inglés, que mi principal problema no es la lengua, sino, como siempre, ordenar las cosas en la cabeza.



4. No serás vanidoso. La mayor parte de los libros malos lo son porque sus autores están ocupados en tratar de justificarse a sí mismos. Si un autor vanidoso es alcohólico, el personaje de su libro descrito con mayor simpatía será un alcohólico. Este tipo de asunto es muy aburrido para los extraños. Si crees ser sabio, racional, bueno, una bendición para el sexo opuesto, una víctima de las circunstancias, es porque no te conoces a ti mismo lo suficiente como para escribir. Dejé de tomarme en serio a la edad de 27 años. y desde entonces me he considerado sencillamente materia prima. Me utilizo del mismo rnodo que se utiliza a sí mismo un actor: todos mis personajes —hombres y mujeres, buenos y malos— están hechos de mí mismo, más la observación.



5. No serás modesto. La modestia es una excusa para la chapucería, la pereza, la complacencia; las ambiciones pequeñas suscitan esfuerzos pequeños. Nunca he conocido a un buen escritor que no intentara ser grande.



6. Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes. "Las obras del genio están regadas con sus lágrimas", escribió Balzac en "Ilusiones perdidas". Rechazo, mofa, pobreza, fracaso, una lucha constante contra las propias limitaciones..., tales son los principales sucesos en las vidas de la mayoría de los grandes artistas, y si aspiras a conseguir su destino debes fortalecerte aprendiendo de ellos.

Yo me he animado con frecuencia al releer el primer volumen de la autobiografía de Graham Greene, "Una especie de vida", que trata de sus primeras luchas. También he tenido ocasión de visitarle en Antibes, donde vive en un pequeño piso de dos habitaciones (un lugar diminuto para un hombre tan alto) con los lujos de un aire suave y una vista del mar, pero pocas posesiones aparte de libros. Parece tener pocas necesidades materiales, y estoy seguro que esto tiene algo que ver con la libertad interior que emana de sus obras. Aunque afirma que ha escrito sus "entretenimientos" por dinero, es un escritor dirigido por sus obsesiones sin hacer caso de modas cambiantes e ideologías populares, y esta libertad se comunica a sus lectores. Uno se siente liberado del peso de los propios compromisos, al menos mientras lo lee. Esta clase de logro sólo es posible para un escritor de costumbres espartanas.

Ninguno de nosotros tiene oportunidad de conocer personalmente a muchos grandes hombres, pero podemos estar en su compañía leyendo sus memorias, diarios y cartas. Hay que evitar, sin embargo, las biografias, en especial las que han sido convertidas en películas o series de televisión. Casi todo lo que nos llega sobre los artistas a través de los medios es pura palabrería, escrita por perezosos autores mercenarios que no tienen la menor idea del arte ni del trabajo duro. Un ejemplo reciente es "Amadeus", que intenta convencernos de que es fácil ser un genio como Mozart y muy difícil ser una mediocridad como Salieri. Hay que leer, en cambio, las cartas de Mozart. En cuanto a literatura específica sobre la vida del escritor, yo recomendaría "Una habitación propia", de Virginia Woolf; el prefacio de "La dama morena de los sonetos", de Shaw; "Martin Eden", de Jack London, y sobre todo, "Ilusiones perdidas", de Balzac.



7. No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande. En mi adolescencia estudié para ser director de orquesta, y de mi educación musical adopté una costumbre que considero esencial para los escritores: el estudio constante y diario de las obras maestras. La mayor parte de los músicos profesionales de dicha categoría conocen de memoria centenares de partituras; la mayor parte de los escritores, en cambio, sólo tienen el más vago recuerdo de los clásicos, lo cual explica que haya más músicos expertos que escritores expertos. Un violinista que poseyera la técnica de la mayor parte de los novelistas publicados no encontraría nunca una orquesta en la que tocar. Lo cierto es que sólo absorbiendo las obras perfectas, los modos específicos inventados por los grandes maestros para desarrollar una toma, construir una frase, un párrafo, un capítulo, se puede aprender todo lo que hay que aprender sobre la técnica. Nada de lo que ya se ha hecho puede decirte cómo hacer algo nuevo, pero si comprendes las técnicas de los maestros tienes más posibilidades de desarrollar las propias. Para decirlo en términos de ajedrez: aún no ha existido un gran maestro que no conociera de memoria las partidas de campeonato de sus predecesores.

No se debe cometer el error común de intentar leerlo todo para estar bien informado. Estar bien informado sirve para brillar en las fiestas, pero resulta absolutamente inútil para un escritor. Leer un libro para poder charlar sobre él no es lo mismo que comprenderlo. Es mucho más útil leer una y otra vez unas cuantas novelas hasta comprender por qué son buenas y cómo las han construido los escritores. Hay que leer una novela unas cinco veces para comprender su estructura, qué la hace dramática y qué le presta ritmo e impulso. Sus variaciones en compás y escala de tiempo, por ejemplo: el autor describe un minuto en dos páginas y luego cubre dos años con una frase... ¿Por qué? Cuando hayas comprendido esto sabrás realmente algo.

Cada escritor elegirá sus propios favoritos entre aquellos de quienes cree que puede aprender más, pero desaconsejo con firmeza la lectura de novelas victorianas, que están infectadas de hipocresía e hinchadas de redundancias. Incluso George Eliot escribió demasiado sobre demasiado poco. Cuando te sientas tentado de escribir cosas superfluas deberás leer los relatos de Henrich von Kleist, quien dijo más con menos palabras que cualquier otro escritor en la historia de la literatura occidental. Lo leo constantemente, así como a Swift y a Sterne, a Shakespeare y a Mark Twain. Por lo menos una vez al año releo algunas obras de Pushkin, Gogol, Tolstoi, Dostoyevski, Stendhal y Balzac. A mi juicio, Kleist y estos novelistas franceses y rusos del siglo XIX son los más grandes maestros de la prosa, una constelación de genios no superados, como los que encontramos en la música, de Bach a Beethoven, y todos los días intento aprender algo de ellos. Esta es mi técnica.



8. No adorarás Londres–Nueva York–París. Conozco a menudo aspirantes a escritores de lugares apartados que creen que las personas que viven en las capitales de los medios de comunicación tienen sobre el arte alguna información interna especial que ellos no poseen. Leen las páginas de críticas literarias, ven programas sobre arte en televisión para averiguar qué es importante, qué es el arte en realidad, qué debería preocupar a los intelectuales. El provinciano suele ser una persona inteligente y dotada que acaba por adoptar la idea de algún periodista o académico de mucha labia sobre lo que constituye la excelencia literaria, y traiciona su talento imitando a retrasados mentales que sólo tienen talento para medrar.

Aunque no hay razón para sentirse aislado. Si posees una buena colección de ediciones en rústica de grandes escritores y no dejas de releerlos, tienes acceso a más secretos de la literatura que todos los farsantes de la cultura que marcan el tono en las grandes ciudades. Conozco a un destacado crítico de Nueva York que no ha leído nunca a Tolstoi, y además está orgulloso de ello. No hay que perder el tiempo, por tanto, preocupándote por lo que está de moda, del tema idóneo, el estilo idóneo o qué clase de cosas ganan los premios. Cualquier persona que haya tenido éxito en literatura lo ha conseguido en sus propios términos.



9. Escribirás para tu propio placer. Ningún escritor ha logrado jamás complacer a lectores que no estuvieran aproximadamente en su mismo nivel de inteligencia general, que no compartieran su actitud básica ante la vida, la muerte, el sexo, la política o el dinero. Los dramaturgos son afortunados: con ayuda de los actores pueden extender su mensaje hasta más allá del círculo de los espíritus afines. No obstante, hace sólo un par de años leí en los periódicos americanos las críticas más condescendientes de Medida por medida..., la obra en sí, ¡no la producción! Si Shakespeare no puede complacer a todo el mundo, ¿por qué intentarlo siquiera nosotros?

Esto significa que no vale la pena que te esfuerces por interesarte en algo que te resulta aburrido. Cuando era joven perdí mucho tiempo intentando describir vestidos y muebles. No sentía el menor interés por los vestidos ni por los muebles, pero Balzac experimentaba hacia ellos un apasionado interés, que consiguió comunicarme mientras le leía, así que pensé que debía dominar el arte de escribir excitantes párrafos sobre armarios si quería ser algún día un buen novelista. Mis esfuerzos estaban condenados, y agotaron todo mi entusiasmo por aquello que me había propuesto escribir en primer lugar.

Ahora sólo escribo sobre lo que no me interesa. No busco temas: cualquier cosa en la que no pueda dejar de pensar es mi tema. Stendhal dijo que la literatura es el arte de la omisión. y omito todo lo que no me parece importante. Describo a las personas sólo en los términos de aquellas de sus acciones, afirmaciones, ideas, sentimientos, que me hayan escandalizado–intrigado–divertido– deleitado a mí mismo o a otros.

No es fácil, por supuesto, ser fiel a lo que realmente nos importa; a todos nos gustaría ser considerados personas llenas de curiosidad por todo. ¿Quién asistió jamás a una fiesta sin fingir interés por algo? Pero cuando escribes tienes que resistir la tentación, y cuando lees lo que has escrito debes preguntarte siempre: "¿Me interesa de verdad esto?". Si te ves a ti mismo —a tu yo verdadero, no a un concepto imaginario de ti mismo como la más noble de las personas que sólo se preocupan por los niños hambrientos de Africa—, tienes la posibilidad de escribir un libro que agrade a millones. Esto es así porque, quienquiera que seas, hay en el mundo millones de personas más o menos parecidas a ti. Pero nadie quiere leer a un novelista que no piense realmente lo que escribe. El éxito editorial más ramplón tiene una cosa en común con una gran novela: ambos son auténticos.



10. Serás difícil de complacer. La mayoría de los libros nuevos que leo se me antojan a medio terminar. El escritor se contentó con hacer su trabajo más o menos bien, y luego pasó a algo nuevo. Para mí, escribir empieza a ser emocionante de verdad cuando vuelvo a un capítulo un par de meses después de haberlo escrito. En esta fase lo miro menos como autor que como lector, y por muchas veces que reescribiera originalmente el capítulo, todavía encuentro frases que son vagas, adjetivos que son inexactos o superfluos. De hecho encuentro escenas enteras que, aunque ciertas, no añaden nada a mi comprensión de los personajes o de la historia y, por consiguiente, pueden eliminarse. Es en este punto cuando examino el capítulo durante el tiempo suficiente para aprendérmelo de memoria —lo recito palabra por palabra a cualquiera dispuesto a escuchar— y si no puedo recordar algo, suelo descubrir que no era correcto. La memoria es un buen crítico.

.

sábado, 11 de febrero de 2012

CORDÖN



En el aire irrespirable
del pasado
se ahogaron una a una mis pasiones.
Las mutilaron.
¿O acaso fui yo misma
quien apretó el cordón umbilical?

©Olga Liliana Reinoso

HAIKUS




























1)Durazno en flor.
Por la ventana vi
la primavera.
2) Linterna enorme
faro del caminante
luna pampeana.
3) Cae la lluvia
mi alma se humedece.
Muero de sed.
4)Salgo a mi patio
el violeta me guiña
perfume a flores.
5) Campos pampeanos
tierra triste y reseca
llanura y sangre.
6)Brisa liviana
bostezo en los jardines.
Es madrugada.
7) Dedos descalzos
tiritan de vergüenza
mis zapatillas.
8) Ojos desnudos
ven la miseria humana.
Cruda intemperie.
9) El cielo grita,
no hay pájaros volando.
Furia y tormenta.
10) La rosa vive
su mínima experiencia
de eternidad.
11)Bella hojarasca
música del otoño
multicolor.
12)Amo el invierno
su frío abre mis puertas.
Intimidad.
13)No tengo nada
salvo tus ojos negros.
¡Cuánta fortuna!
14) Madre: abandono.
Tu amor es un misterio,
me cuesta verlo.
15) Cuando sonríes
la vida es una fiesta
que no termina.
16) Si la poesía
faltara en nuestra vida,
muerte segura.
17) Busco palabras
palabras que te nombren.
Se oye el amor.
18) Miro el ocaso
bebo en el horizonte
copa de vino.

La Justicia y la verdad

EN ESTE MUNDO TRAIDOR
©Olga Liliana Reinoso

¿Recuerdan esos versitos? En este mundo traidor/nada es verdad ni es mentira/todo es según el color/ del cristal con que se mira.
Eso me lleva a pensar que la verdad absoluta es relativa, porque según desde qué óptica se mire, varía. Y también pienso en aquellos paladines del sincericidio que enarbolan su punto de vista como la única e irrebatible verdad. O los tendenciosos, que resaltan una parte de la verdad para favorecer intereses de algún sector. Es decir, según la manera en que elijamos decir las cosas, inclinaremos la balanza hacia la derecha o hacia la izquierda.
Ahora, por ejemplo, cuando se trata de terceros que narran la historia protagonizada por otros, me parece que la imparcialidad debería ser la regla aunque también sería preciso seleccionar ciertos detalles y decidir si vale la pena contarlos o no, porque pueden ser tomados por alguna de las partes para ejercer su poderío sobre la otra. Estamos hablando de ser ecuánimes, de ser justos, en un país donde no abunda la justicia o al menos, la que llamamos justicia independiente que, se supone, es aquella a la que deben aspirar quienes la ejercen. Pero qué dificil tarea, precisamente, ésta de ser jueces de los propios pares porque así deben considerarse a todos los miembros del género humano ¿verdad?
Si todos los seres humanos nacimos iguales, si las democracias en el mundo tienden a ofrecer igualdad de oportunidades a todos, qué cualidades deberá tener una persona para ser elegida y nombrada juez: demostrar su bonhomía, su integridad moral, su ecuanimidad, su incorruptibilidad, su libertad de criterio y un altruísmo fuera de serie que lo lleve a priorizar la claridad de los hechos y favorecer a los más débiles contra los poderosos. ¿Es pedir demasiado? ¿Es una utopía? ¿La realidad demuestra lo contrario? ¡Caramba! Entonces, estamos en problemas. Estamos a merced de la arbitrariedad. Y eso es muy peligroso. Por eso la justicia tiene los ojos vendados, para no dejarse influir por las imágenes, para no conocer si el que tiene enfrente es amigo o enemigo. Pero...me contaron que eso es una antigüedad, que actualmente la justicia se operó con láser y usa anteojos de contacto para ver mejor y no dar puntada sin nudo. Rumores... murmuraciones... Seguro que no es cierto.






EN ESTE MUNDO TRAIDOR
©Olga Liliana Reinoso

¿Recuerdan esos versitos? En este mundo traidor/nada es verdad ni es mentira/todo es según el color/ del cristal con que se mira.
Eso me lleva a pensar que la verdad absoluta es relativa, porque según desde qué óptica se mire, varía. Y también pienso en aquellos paladines del sincericidio que enarbolan su punto de vista como la única e irrebatible verdad. O los tendenciosos, que resaltan una parte de la verdad para favorecer intereses de algún sector. Es decir, según la manera en que elijamos decir las cosas, inclinaremos la balanza hacia la derecha o hacia la izquierda.
Ahora, por ejemplo, cuando se trata de terceros que narran la historia protagonizada por otros, me parece que la imparcialidad debería ser la regla aunque también sería preciso seleccionar ciertos detalles y decidir si vale la pena contarlos o no, porque pueden ser tomados por alguna de las partes para ejercer su poderío sobre la otra. Estamos hablando de ser ecuánimes, de ser justos, en un país donde no abunda la justicia o al menos, la que llamamos justicia independiente que, se supone, es aquella a la que deben aspirar quienes la ejercen. Pero qué dificil tarea, precisamente, ésta de ser jueces de los propios pares porque así deben considerarse a todos los miembros del género humano ¿verdad?
Si todos los seres humanos nacimos iguales, si las democracias en el mundo tienden a ofrecer igualdad de oportunidades a todos, qué cualidades deberá tener una persona para ser elegida y nombrada juez: demostrar su bonhomía, su integridad moral, su ecuanimidad, su incorruptibilidad, su libertad de criterio y un altruísmo fuera de serie que lo lleve a priorizar la claridad de los hechos y favorecer a los más débiles contra los poderosos. ¿Es pedir demasiado? ¿Es una utopía? ¿La realidad demuestra lo contrario? ¡Caramba! Entonces, estamos en problemas. Estamos a merced de la arbitrariedad. Y eso es muy peligroso. Por eso la justicia tiene los ojos vendados, para no dejarse influir por las imágenes, para no conocer si el que tiene enfrente es amigo o enemigo. Pero...me contaron que eso es una antigüedad, que actualmente la justicia se operó con láser y usa anteojos de contacto para ver mejor y no dar puntada sin nudo. Rumores... murmuraciones... Seguro que no es cierto.

viernes, 10 de febrero de 2012

Por la llanura pampeana...




ODISEA EN COLECTIVO

©Olga Liliana Reinoso

Recuerdo muchas películas ambientadas en países caribeños en donde las personas viajan en antiguos colectivos destartalados, las guagas, como los llaman en Cuba, enormes bañaderas andantes atestadas de gente que se traslada de un lugar a otro en condiciones infrahumanas. Y desde la butaca he pensado que ahí estaba el realismo social de García Márquez que otros confunden con realismo mágico, sobre todo los habitantes del viejo mundo que ahora es primer mundo (venido a menos) porque no alcanzan a comprender que estas cosas suceden verdaderamente y que en América Latina la realidad supera ampliamente a la ficción. Lo cierto es que, fieles a una tradición europeizante ya caduca o desmoronada a cachetazos económicos y socio políticos, los argentinos todavía alucinamos -cada vez menos- con que eso pasa en el resto de Latinoamérica. A esos ilusos les informo que pueden sentirse protagonistas de una de aquellas películas, con solo viajar un sábado por la tarde desde un pueblo cercano hasta nuestra ciudad.
Uno puede llegar a la terminal con media hora de anticipación, sacar el pasaje y pararse en el andén a esperar la llegada del mamotreto con ruedas que, cuando éste se divisa, una multitud que crece como hongos, se apelotona en la puerta del colectivo sin respetar ningún orden y, a fuerza de empujones, codazos y otros gestos de simpatía, logra encaramarse al "bólido" para conseguir uno de los remisos asientos ya que, por supuesto, los boletos no tienen numeración.
El tema es que, cuando uno logra subir los escaloncitos, no le queda más remedio que caminar una cuadra por el pasillo estrechísimo hasta el fondo en busca del asiento perdido. Si tiene la fortuna de sentarse puede ser que le toque una ventanilla cuya cortina brilla por la ausencia y coercitivamente se verá beneficiado con una sesión de cama solar. También puede suceder que el dulce infante sentado detrás en la falda de algún progenitor o, en su defecto, tía, abuela o amigovio de la madre, le patee impiadosamente los riñones, haciendo -si eso fuera posible- más placentero este crucero por la llanura pampeana.
También es justo mencionar la elevada temperatura reinante en el interior del vehículo, que lo convierte en un sauna ambulante con el servicio extra de eliminar toxinas, totalmente gratuito o por la módica suma del pasaje que -en un gesto inusitado de coherencia- vale menos de cuatro pesos.
Entre vapores y olores varios lo más probable es que el instinto de supervivencia induzca al sueño, como una forma de aligerar el trago amargo de la travesía, produciendo el efecto de achicamiento de los minutos. El reloj biológico que cada uno porta hace que abramos los ojos cuando se avisora General Pico y tras una increíble y caracolada vuelta por las calles cercanas a la terminal, arribemos, finalmente, sanos y salvos.
Si bien yo nunca me llevé muy bien con las matemáticas, estoy convencida de que ni el más experto podría calcular cuál es la operación para establecer cómo pueden viajar tantas personas en un colectivo con un número determinado de asientos.
Y es ahí cuando se produce la metamorfosis, cuando comienzan a caerse las escamas y recuperamos la forma humana que habíamos mutado por sardinas para viajar en esa lata: hacinados, encimados, superpuestos, ajustados, acalorados.
Entonces enfilamos hacia la parada de taxis con la ilusión de llegar pronto al hogar y, tal vez, dormir una siestita reparadora. Pero para nuestro asombro que nunca cesa descubrimos que el único taxi siestero fue tomado por el señor o señora que se nos adelantó unos pasos. Y entonces debemos soportar la amansadora de la espera en lugar y momento tan inadecuado. Fue una coproducción de la legendaria Argentina Sono Film y Pampas chatas celuloide S.A.

DE ESO NO SE HABLA



©Olga Liliana Reinoso
Una de las tantas injusticias sociales que ha debido soportar -y peligrosamente soporta- la mujer, es la violencia doméstica. Y me refiero no sólo a lo que sucede en el ámbito de su hogar con las agresiones físicas y psíquicas que ponen en riesgo su vida y equilibrio mental, sino a la indiferencia, producto de la ignorancia, que el resto de la sociedad le hace padecer. Es decir, además del maltrato humillante del que es víctima, siente un total desamparo, ya que ni las instituciones –salvo honrosísimas excepciones- ni las personas de su entorno cercano: parientes, amigos, son capaces de tenderle la mano que necesita.
Cuesta creer que en el siglo XXI todavía se sostenga ese falso principio de que se trata de un tema de índole privada en el que no hay que involucrarse. Cuando una persona está en peligro, no existen alambradas que impidan ayudar. Pero para lograr esto, como en tantas otras “enfermedades de la sociedad”, es necesario educar: lo que mata es no saber.
¿Y qué es lo que no sabemos? Primero, reconocer los síntomas de una mujer golpeada, luego asumir que nadie se queda por placer sino por pánico, que la violencia hogareña no es una controversia familiar sino un abuso de poder en el que caen personas psíquicamente enfermas y que los pedidos de perdón no son más que treguas para preparar un nuevo ataque que seguramente va a ser peor y hasta puede ser el último.
Un hombre que golpea a su mujer y/o a sus hijos es un enfermo, hay que decirlo sin eufemismos. Ninguna actitud justifica la violencia, el que debe acudir a la “fuerza bruta” para hacerse valer, no vale nada.
Seguramente puede venir alguien a decir que también hay casos en que son las mujeres las que ejercen la violencia. Los hay, pero los porcentajes son muy poco significativos.
Y esto no quiere decir que los hombres son más malos. Lamentablemente, se trata de erróneas pautas culturales que incitan al varón desde la niñez a ser más agresivo, con todo lo que eso implica: ganador, conquistador, en definitiva, macho. Nunca llorar, nunca mostrar debilidad o ternura, porque esas “son cosas de minas y vos no sos ningún maricón”.
Craso error, siempre pensé que esa fue la peor parte que les tocó en el reparto. Y aunque parezca chiste, incide en muchas enfermedades gastrointestinales y en cardiopatías varias. ¿Nunca les dijeron que un hombre genuinamente tierno es irresistible?
Existe en nuestra provincia una nueva ley sobre violencia doméstica que me parece una joyita por la forma en que ha encarado el tema y porque contempla la posibilidad de la identidad reservada para los testigos, facilitando así la participación y el compromiso solidario de cualquier ciudadano bien nacido. Pero una ley no alcanza sino se la aplica correctamente, se la respeta y fundamentalmente se la hace conocer. La diputada Russel ha venido a Pico con esa misión y quienes estuvimos presentes debemos ser constantes agentes multiplicadores, porque el flagelo persiste y se expande. También es alarmante la violencia escolar que esta ley incluye.
Es que vivimos en una sociedad impiadosa que nos castiga permanentemente, pero debemos tener en claro que desquitarse con los más débiles no sólo no soluciona las cosas sino que las empeora y engendra nuevas víctimas. De las frustraciones cotidianas no son culpables la mujer ni los hijos, ellos son aliados no enemigos.
Lo que pasa es que nuestra sociedad ha deteriorado gravemente su salud mental. Y en esto nadie puede tirar la primera piedra.

LA ENVIDIA: CONFESIÓN SECRETA DEL FRACASO PERSONAL








Hace un tiempo charlaba con amigos acerca de la envidia y decidí investigar, porque me gusta tocar sabiendo y no tocar por tocar.
Así, descubrí que la envidia es el peor de los pecados capitales porque el resto tiene un buen lado opuesto: soberbia/autoestima; pereza/descanso y así sucesivamente. La única excepción es la envidia. Para la envidia nunca hay buen lado posible. Por eso tantos la disfrazan. Jacinto Benavente dice: “Es tan fea la envidia que siempre anda disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia”.
Etimológicamente proviene del vocablo latino invidia: mirar con malos ojos. Unamuno la explicaba como in – vidiare: Un no ver. No ver los méritos propios. Y sentir tristeza ante el bien ajeno al que se considera un mal propio. Se tiende a valorar en los demás aquello que nos falta sin ponernos a pensar en todo lo que tenemos. Si de noche lloras por el sol no verás las estrellas (R. Tagore).
Suelen ser envidiosos los ambiciosos de honores y puede darse tanto en las personas físicas como en los grupos o colectividades.
Por envidia mató Caín a Abel. Por envidia Colón regresó encadenado a España.
Ovidio se manifestaba así sobre el envidioso: “Vuélvese pálido el rostro, mústiase todo el cuerpo, incapaz de recto mirar, la dentadura cubierta de sarro, de bilis el pecho, de veneno la lengua”.
La envidia –según Melanie Klein- no soporta la energía creadora. Sin embargo, un mensaje negativo que solamente aporte al receptor la inutilidad de su existencia, además de la agresividad psicopática de quien perdió el tiempo emitiéndolo, puede resultar muy positivo si uno lo sabe leer sin caer en la trampa. Porque nos abre los ojos, nos hace mirar de otra manera al que así actúa y revela su actitud destructiva que estaba escondida detrás de una máscara social. Para decirlo claramente, la envidia desenmascara las miserias humanas.
Dicen los especialistas que, además, puede crear ansiedad, trastornos del apetito y del sueño, y diversas alteraciones más.
El envidioso adopta una postura defensiva que se traduce con modos irónicos, altaneros, fríos y distantes, e incluso, de menosprecio hacia los demás. Y parece ser que la envidia más perniciosa es la que sentimos del hermano, amigo, del compañero de estudios o trabajo, del vecino, porque simplemente han aprovechado mejor sus oportunidades. Sería maravilloso extraer del éxito ajeno conclusiones adaptables a nuestra manera de ser.
El envidioso nunca reconoce, ni siquiera en su fuero íntimo, que padece envidia. Porque denota un sentimiento de inferioridad que no se debe a todo aquello que carece sino a que no sabe valorar lo que tiene. Y entonces se esconde, jamás da la cara, repta a través de la murmuración, pero siempre a espaldas de quien se quiere lastimar o “sacarse de encima”. El envidioso usa la estrategia de sembrar dudas sobre la persona a la que desea perjudicar. No dice las cosas directamente sino que las envuelve en el papel celofán de la sospecha para que haga el mayor ruido posible.
La envidia es el mal de los débiles de espíritu que también tienen enfermo el corazón. Por eso caen en otras faltas como la difamación, la calumnia y la alegría perversa del mal ajeno.
Hay que tener cuidado porque muchas veces, sin saberlo, estamos a merced de los envidiosos. Aunque, volviendo a Unamuno, no se puede vivir si no se es envidiado y envidioso por aquello de que si la envidia fuera tiña...
De una hipotética carta de la humildad a la envidia extraje estos párrafos:
“Por envidia se le despoja de dignidad a la persona honrada.
Por envidia se levantan falsos testimonios.
Por envidia se ponen “zancadillas” a compañeros confiados.
Por envidia se arremete contra un inocente.
El envidioso envidia al pobre porque vive sin ataduras; envidia al rico porque puede disfrutar de todo; envidia al bueno, porque su bondad atrae a las personas; envidia al malo porque cree que su maldad lo hace feliz; envidia al inteligente porque lo cree superior a él; envidia al necio porque piensa que es feliz en su ignorancia... El envidioso siempre encuentra motivos de envidia…”
Hay un proverbio árabe que reza: Castiga a los que tienen envidia, haciéndoles bien.
Y un hermoso consejo que alguna vez leí: No intrigue, no sea chismoso, haga méritos trabajando honradamente, aprenda a elevarse por sí mismo sin voltear a nadie. Los méritos quitados a los demás no se suman a los propios.

©Olga Liliana Reinoso

EL NUEVO PROFETA



“Como todos olvidan él no olvidó ya nunca y le quedó en las venas un gusto de relámpago”
Edgar Morisoli (poeta pampeano)

Por entonces la vida fluía en las riberas
y los días
eran simple confirmación de la alegría,
las tareas sencillas,
la tibieza hogareña.
Él se marchó esa tarde
barda arriba cuidando su majada.
Y cuando los lejanos rumores
se convirtieron en grito desgarrante
él ya no pudo con el río.
Apenas era un hombre.

Y acaso alguien conoce la soledad última y descarnada
aquella soledad de estar tan solo entre las multitudes
cuando todo es inhóspito y ajeno
porque uno de tanto haberse ido ya no está en ningún lado.
Y no es lo mismo haber nacido solo
que ser alguna vez racimo, comunión , raíces
verse crecer las ramas
y de pronto, aquel hacha por demás inclemente,
-tajadura del tiempo y la ignorancia-
abre un surco de sangre justo en el epicentro de la vida.
Y él, con algo salvaje y primitivo
se emborracha de olvido
tala todas las ramas
bebe el veneno de la desmemoria
y desanda el camino que no va a ningún lado.

Es una sombra
un inusual vestigio de la historia.
Sombra fantasma, entre acuosa y terrena,
que se desliza en la geografía costera
remolcando la nada en su alforjita humana.
Hombre barbado y triste
como un dolor puntual llega cada fin de año
tan humano, tan débil, tan enjuto
con ese huracán de orfandades y mutilaciones.
¿Podrá algún día , escapar de la fiera cebada de la memoria
hacia aquel territorio de la infancia
donde aún el candor y la inocencia protegen como un yelmo?

En la intemperie de la soledad.
Solísimo,
es un paria en su tierra
un lamento ermitaño
una mirada ciega y obsesiva
un niño atormentado por alucinaciones reincidentes.
Almita en pena que comenzó a morirse con sus amores muertos
hasta que aquella nieve lo acurrucó en su frío.
Hecho un muñeco extraño de nieve y de tristeza
se quedó en la leyenda como un nuevo profeta
de evangelios pampeanos.
©Olga Liliana Reinoso
Primer premio género poesía – Certamen literario “Vivir en democracia con justicia social” 1994, organizado por el Ministerio de Cultura y Educación de La Pampa – Publicado en la Antología “Silencios que se escapan”, Santa Rosa, febrero 1995.
Este poema surge motivado por un fenómeno natural conocido como LA CREZCA GRANDE, que ocurrió en el Valle del Río Colorado en 1914, cuando una inundación arrasó con todo (Pueblo de 25 de mayo, actualmente provincia de La Pampa) . El personaje era un pastor que al momento de la tragedia estaba con sus ovejas en las bardas. Al bajar, no le quedaba hogar ni familia. Enloqueció y fue a guarecerse en la cima. Sólo bajaba para comprar provisiones, hasta que en un invierno muy crudo, murió congelado.
También han escrito sobre este tema los escritores pampeanos Edgar Morisoli y Walter Cazenave.